viernes, 26 de agosto de 2011

LA CONSTRUCCIÓN DE LA ESCUELA COMO ESPACIO CARCELARIO


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La construcción de
la escuela como
espacio carcelario1
Javier Marambio y Sofía Guzmán
Ante tantas medidas anunciadas para mejorar la calidad de la educación, sobre las
cuales hubo escasa o nula participación de los actores educativos, nos pareció atingente publicar
este artículo acerca de cómo los jóvenes significan su espacio escolar. Mientras se piensa en
la creación de 60 liceos de excelencia, que terminará por profundizar la segmentación de la
educación, pensamos interesante dar a conocer la sensación de encierro, sometimiento y falta
de libertad que experimentan día a día miles de estudiantes secundarios.
1 El artículo se enmarca en el estudio Las representaciones sociales del espacio escolar en jóvenes en dos liceos municipales. La construcción de la
escuela como espacio carcelario. Memoria para optar al título de psicólogo. Carrera de Psicología. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de
Chile. 2004. Es posible descargar el estudio en la página http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2004/guzman_s/sources/guzman_s.pdf LA CONSTRUCCIÓN DE LA ESCUELA COMO ESPACIO CARCELARIO
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Introducción
La interrelación del espacio físico-social con
las distintas facetas del ser humano tiene una influencia
que ha sido reconocida, principalmente, desde el punto
de vista de la psicología, con respecto a los primeros
estadios del desarrollo humano. Esto se traduce, por
ejemplo, en propuestas como las de María Montessori
o Rudolf Steiner, quienes otorgan un lugar significativo
en sus propuestas al rol fundamental que juega el diseño
de espacios adecuados en el desenvolvimiento del
niño3. Esto, en tanto el espacio es portador de significados
sociales que, en cierta medida, condicionan nuestro
comportamiento, pero, más aún, nuestra visión del mundo.
Este reconocimiento de la importancia de un buen
diseño del edificio escolar es realizado, entre otros, por
la UNESCO, quien a través de Rodolfo Almeida nos señala
que un establecimiento con una arquitectura apropiada
puede ayudar a mejorar el proceso educativo4.
Siendo el espacio escolar sumamente relevante
para los actores de la escuela, especialmente
los jóvenes, quienes la mayoría de las veces son escasa
o nulamente considerados a la hora de proyectarlo,
realizamos un estudio cualitativo exploratorio para
conocer cómo los estudiantes significan y se representan
dicho espacio. La muestra estuvo integrada por
16 jóvenes de Tercero Medio (en igual proporción de
mujeres y hombres) de dos liceos municipales ubicados
en dos comunas vecinas, al sur de Santiago; y que
identificaremos como Liceo A y Liceo B.
El Liceo A está ubicado en un sector céntrico
de una comuna al sur de Santiago. Es un establecimiento
polivalente (científico-humanista y técnicoprofesional),
con una matrícula total superior a los
1.200 alumnos desde 1º a 4º medio. El sector residencial
que lo rodea posee una alta densidad poblacional,
perteneciente a un sector de clase social-económica
de nivel bajo y medio-bajo, encontrándose en ella
problemas de drogadicción y delincuencia, características
que marcan fuertemente al alumnado.
El Liceo B se localiza en el centro de otra
comuna al sur de Santiago. Es científico-humanista y
cuenta con una matrícula superior a los 1.600 alumnos
entre 1º y 4º medio. Su alumnado pertenece a clase
media y media-baja, proviniendo la mayoría de la
misma comuna.
Luego de realizar una observación directa en
los establecimientos educacionales, que permitió
adentrarse en el espacio escolar y los usos que de
él hacen los jóvenes, se entrevistó a 4 alumnas y a 4
alumnos de cada liceo, los que fueron seleccionados de
acuerdo a las posibilidades que nos dio la institución,
con ayuda de los inspectores y de los mismos jóvenes
entrevistados.
Para comenzar las entrevistas, lo primero que
se les pidió a los estudiantes fue que dibujaran un mapa
de sus liceos; luego se les solicitó que, haciendo uso
de éste, relataran cuál era su recorrido diario por el
establecimiento. Este trabajo fue muy útil, ya que, aparte
de posibilitarnos tener un mejor acercamiento a la
percepción de los jóvenes respecto a la infraestructura
y organización de sus liceos, nos facilitó la tarea de que
éstos pudieran hacer una abstracción del espacio físico
del establecimiento, permitiéndoles mirarlo y tomar
conciencia de él. Esta toma de conciencia los sensibilizó
frente al tema, y generó un grato ambiente durante la
entrevista. Así fue posible describir, identificar y analizar
3 Pol, E. & Morales, S. (1986). El entorno escolar desde la psicología ambiental. En F. J. BURILLO, & J. ARAGONÉS (Eds.), Introducción a la psicología
ambiental (pp. 283-301). Madrid: Alianza Editorial.
4 Almeida, R. (1999). «Tendencias y estrategias de diseño para establecimientos educacionales nuevos». Boletín Proyecto Principal de Educación
en América Latina y el Caribe, N° 48, UNESCO, 73-87.
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las valoraciones que los alumnos otorgan a su espacio
escolar. Para dar cuenta de los resultados nos referiremos
a la evaluación que realizan del espacio físico y de
la disciplina, luego a las representaciones que le surgen
desde allí y, por último, a cómo es el espacio escolar
imaginado.
Evaluación del espacio físico
Los jóvenes entrevistados consideran que
disponen de un espacio reducido, limitado; se sienten
“apretados” y en una infraestructura precaria a la que
le falta mantenimiento. Dicen que no existe implementación
adecuada para desarrollar las diversas actividades
que el liceo propone, contando con lo mínimo
necesario y, en algunos casos, ni siquiera con esto.
“Que no hay espacio…, estamos muy apretados,
chocando uno con otro” (Joven 5).
“Considero que el liceo tiene muchos alumnos y
le falta infraestructura” (Joven 14).
“En general… a ver… un liceo grande, no de
muy buena infraestructura, se nota y ve rayado (...) Las
sillas viejas, todas rayadas… los baños el año pasado
eran asquerosos” (Joven 2).
Además, consideran que la deficiencia en la
infraestructura afecta a la seguridad que el lugar les
ofrece: “La seguridad es mala, los cables sueltos y al aire,
ampolletas quemadas…” (Joven 2)
“…y algo súper importante sería una zona de
evacuación adecuada, que hace harta falta” (Joven 4).
“…aquí no hay ningún lugar donde arrancar si
tiembla. Antes había y con el patio techado ya no hay un
lugar seguro” (Joven 8).
Uno de los espacios centrales dentro del liceo,
por la cantidad de tiempo que pasan los alumnos en
él, es la sala de clases, de la cual hacen una evaluación
bastante crítica. Las encuentran demasiado pequeñas
y en malas condiciones, las califican como monótonas,
aburridas y que no favorecen el aprendizaje.
“Las salas son muy chicas, somos muchos en la
misma sala, son feas, apagadas, pintadas del mismo color”
(Joven 3).
“El mobiliario de colores oscuros, feos, las mesas
feas, incómodas, de a dos, quiere salir uno y el otro se
enoja, es fome, deberían ser individuales” (Joven 15).
“Las sillas y las mesas, las antiguas, no me
gustan (...) como que chocai o te quitan el espacio y te
ponen el codo (...) estay muy apretado y no podís trabajar
bien” (Joven 1).
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El número excesivo de alumnos dentro de
ellas los hace sentirse apretados, lo que sumado al
desorden y al ruido provocan que el ambiente de la
clase sea muy desagradable.
“…más salas faltan, para que queden poquitos
alumnos por sala, como máximo 20 porque son tantos
que uno termina tan estresado en un ambiente tan
denso y tenso, tanta bulla” (Joven 4).
“Es que 45 personas en una sala es demasiado,
todos hablando, es insoportable” (Joven 12).
Otro elemento que hace que las condiciones
ambientales al interior de las salas no sean las más favorables
para el estudio, es la mala ventilación, lo que les
produce una sensación de encierro y de malestar físico.
“No se pueden abrir las ventanas, tienen unos
fierros, entonces no podemos abrirlas, y las cortinas deben
estar siempre cerradas, la puerta también, entonces no
entra mucho aire” (Joven 13).
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“Sería más agradable que le sacaran las pinturas
a los vidrios, que sean más agradables las salas, porque
de repente no dan ni ganas de entrar. Por lo mismo, es
como un encierro, si a veces lo único que le pedimos a
los profes es que salgamos al aire libre a hacer las clases.
Algunos aceptan abrir la puerta para que circule el aire,
por último” (Joven 8).
“Eso está mal, las ventanas están muy arriba,
casi al llegar al techo y no se abren. Tendrán unos 15 cms.
Y esas son las que se pueden abrir, las otras, como el
ventanal, esas no se pueden abrir, da calor. En lo personal
me duele la cabeza con el calor. Los chiquillos se ponen
insoportables con el calor” (Joven 15).
“Como que siempre uno respira aire caliente y
da sueño. En el verano falta aire y en el invierno da frío.
Pero cuando hace mucho calor es insoportable estudiar,
falta oxígeno y uno se agota altiro”. (Joven 9).
121No habiendo una medida por parte de la institución
frente a la mala ventilación, los jóvenes reaccionan
ante esto rompiendo los vidrios como la única alternativa
posible que ven para “solucionar” el problema.
“Es que cuando necesitamos ventilación hacemos
tira algunos vidrios, porque las ventanas no se
pueden abrir y tienen unas rejas por fuera, barrotes, la
mayoría tienen barrotes. En todas las salas, sobre todo en
esta época, se rompen más vidrios, es que es muy poca
la ventilación que hay” (Joven 9).
Los jóvenes también hacen una evaluación
negativa respecto a la iluminación del espacio de la
sala de clases.
“Lo que no me gusta es que pinten los vidrios, es
como ¿pa’ qué le pusieron vidrios si los iban a pintar igual?
Los tapan y se ve muy oscuro, uno no puede mirar. No sé
en realidad para qué ponen ventanas…” (Joven 8).
Destaca, por otra parte, el valor que los jóvenes
le asignan al patio. Este lugar tiene una especial significación
para ellos, ya que es ahí donde ocurren las
interacciones más recurrentes con sus compañeros,
siendo el espacio social por excelencia. La mayoría de
los jóvenes prefiere aquellos lugares donde encuentran
áreas verdes, dicen sentirse a gusto y agradados
en el “contacto con la naturaleza”.
No obstante, manifiestan desagrado frente a
los patios que no poseen vegetación y en los que sólo
hay cemento. Los consideran vacíos y sin atractivo, sin
vida, como lugares muertos y perdidos, que no propician
la interacción –sea para conversar, estudiar o
jugar–, así como tampoco les permiten protegerse del
calor, sentarse o simplemente descansar. La sensación
es la de no querer estar ahí, de salir de esos lugares.
“Ese patio es como puro calor, todo plano, cemento, no
hay como recreación, no hay árboles, no hay nada, no dan
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ganas de estar ahí. En cambio este de atrás, tiene bancas,
arbolitos, se puede sentar uno, hay un poco de pastito,
no es puro cemento. Da la sombrita, da gusto estar, es
cómodo. Aquí adelante también hay unas banquitas y un
poquito de verde. Atrás sí que no hay nada, ni para mirar,
ni para sentarse” (Joven 13).
La evaluación negativa frente a la falta de espacios,
también la podemos observar respecto a otras
dependencias del establecimiento, específicamente en
el liceo B, como el gimnasio, el comedor y los baños,
estos últimos bastante escasos, ya que se les hacen
pocos y su uso está restringido sólo al recreo.
“El gimnasio... es que está muy feo, debería ser
mejor. Bueno, uno no puede pedirle mucho al liceo, pero
no tenemos nada…” (Joven 16).
“El comedor es chico, siempre se hace enano
(...) Los baños son pocos, siempre falta tiempo para alcanzar
en el recreo” (Joven 14).
“Sí, se hacen filas para pasar, es que somos
tantos alumnos, aparte que hay baños que tienen las
puertas malas” (Joven 13).
Resulta importante destacar la crítica de las
jóvenes por la poca privacidad que tienen al interior
de algunas dependencias del liceo, tales como baños
o camarines.
“No hay privacidad, es como un cuarto abierto,
cualquiera puede ver. Es como duchas y una banca. No
tenemos cortinas en las duchas y no hay respeto por lo
privado de uno” (Joven 13).
Además, evalúan negativamente la presencia
de rejas en diversos lugares de su liceo. Los jóvenes
se sienten encerrados al toparse con ellas a cada instante,
y manifiestan abiertamente su desagrado, descontento
e incomodidad. Creen que esa sensación
de encierro no favorece en nada el clima escolar, así
como tampoco las condiciones de estudio al interior
del establecimiento, limitando su posibilidad o deseo
de acceder a dichos espacios debido a ellas.
“El último pabellón es feo y nunca voy para allá, está
lleno de puras rejas y me carga sentirme tan encerrado”
(Joven 6).
Actitudes hacia lo disciplinar
El tema de la disciplina al interior de los liceos
es sin duda un aspecto importante de su dinámica, ya
que rige gran parte de las acciones y comportamientos
que pueden o no realizar sus alumnos. La actitud de
los jóvenes ante las normas que se les exigen es de
rechazo. Les parecen excesivas y a veces inadecuadas
o absurdas. Sienten que a través de ellas se los oprime
y reprime, viendo su capacidad de acción y desarrollo
limitada y restringida.
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“Aquí en el colegio uno siente que está
encerrado y que no podís hacer esto o esto otro, como
sensación de reglas” (Joven 9).
“…es fome, porque hay muchas reglas que los
inspectores imponen, por ejemplo que los aros, la ropa, el
desorden…” (Joven 1).
Esta sensación de vivir normados, es asociada
por los jóvenes a la falta o pérdida de su libertad, lo
que se ve favorecido por el espacio del liceo, descrito
como un lugar monótono y cuadrado. Esto los lleva
a preferir aquellos lugares donde no se sientan tan
observados, es decir, los lugares donde la presencia de
los inspectores es menor.
“Mal, presos, si a veces el profesor de religión
nos saca a la plaza y ahí es rico estar, fresquito, tranquilo,
podemos ser como somos” (Joven 2).
Incluso se da la paradoja que, a la hora del
recreo, los alumnos se sientan más libres en lugares
cerrados como las salas o los baños, que en el patio,
lo que es asociado también a la presencia o no de
inspectores.
“No sé… es que ahí están los inspectores,
los profesores. En el recreo ni salimos al patio. Somos
todos unidos en el curso, en la sala estamos mejor, más
libres…” (Joven 2).
Además de la conducta, las reglas apuntan
al control de la presentación personal, lo que sienten
como una falta de respeto a sus formas de ser, así
como un desinterés por lo que a ellos les pasa.
“Sí, ahí pasan mirando que no andes con
pulseras o aros grandes, pintura de uñas o que el pelo
no sea más largo de lo que piden (…) Están demasiado
preocupados de lo que proyecta el alumno hacia fuera,
pero en la parte interna… no pescaban. Controlan más
el aspecto físico” (Joven 8).
Este desinterés por sus inquietudes se puede
observar, por ejemplo, en ciertas decisiones que se
les imponen, y de las cuales sienten que podrían ser
consultados.
“Este año para la decoración de la sala,
pintamos un mural súper bonito. Cada uno pintó sus
manos en la pared y quedó muy lindo, pero tuvimos que
borrarlo porque nos retaron. Nos dijeron que era una
maldad y había quedado tan bonito” (Joven 13).
La sensación que tienen los estudiantes de
constante vigilancia e imposición, la viven como una
falta de confianza hacia ellos, sintiéndose etiquetados
como “delincuentes” y “malos”.
“…más libertad y confianza en que no somos
delincuentes... Sí, yo creo que si confiaran en uno nos
tratarían mejor, no tanto reto y reglas, sería más agradable
para todos” (Joven 13).
“Yo siento que es cárcel como con timbres y pa’
dentro, con alambres como si fuéramos… malos” (Joven 5).
Las imágenes (representaciones) con que relacionan
su liceo
La escuela-cárcel
El encierro, la disciplina y el uniforme hace
que para estos jóvenes la imagen más recurrente y
categórica asociada al espacio escolar sea la de una
cárcel. Están acostumbrados a referirse a su liceo
como cárcel, a su sala como celda o jaula y al inspector
como “el paco”.
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“O sea, mira, si describimos las salas, tú estás
con mucha gente en un espacio muy pequeño, hay pocas
ventanas y pequeñas, las ventanas tienen rejas y más
afuera hay otra reja y otra reja más grande. La luz es escasa,
la sensación es de encierro, tenemos luz artificial. Si
tú describes eso, la concentración de gente, los inspectores
en el patio, que siempre nos observan y vigilan, temen a
las fugas y los alumnos viven soñando con cómo hacerlas
y por dónde. Tenemos un uniforme. Si tú describes cada
punto sin decir dónde estás es muy similar a una cárcel
(...) Es como la vida del recluso (...) La diferencia con la
cárcel es el régimen de libertad condicional, si tú no vuelves
te mandan llamar, no firmamos un cuaderno pero
levantamos la mano y decimos presente” (Joven 10).
Perciben, a su vez, que la finalidad de este sistema
carcelario es moldearlos, adaptarlos y someterlos
al poder dominante. Esto les preocupa de sobremanera,
ya que consideran que este sistema deshumaniza
al hombre, volviéndolo insignificante, uniforme
y sumiso, razón por la cual, encuentran alarmante que
las escuelas se presten para este fin.
“A uno lo educan y en el fondo te están enseñando
a ser cuadrado, y al final sales de este porte
[con los dedos hace la forma de un cuadrado pequeño]
y eso les sirve para seguir manteniendo un orden que
lo domina todo y a todos y las escuelas se están prestando
para eso (…) A ellos no les conviene que seamos
diferentes, les conviene que sigamos así, sumisos, chiquititos
y que sigamos aguantando todo lo que están
haciendo…” (Joven 11).
141 Los jóvenes perciben que la comunidad considera
como normal el funcionamiento del sistema
social del que forman parte, lo que les impide darse
cuenta de cómo estos se sienten al interior de sus
liceos. Los alumnos se ven atrapados, así, en un lugar
ajeno y que no les pertenece, del cual no han participado
en su creación, por lo que es experimentado
como un espacio obligatorio, impuesto. Podríamos decir
que viven en un espacio alienado.
“Aquí nos sentimos acorralados y yo sé que
igual la gente no cacha eso. Yo creo que como toda la
vida ha sido así... Lo mismo pasa con el colegio. Tú entras
a una edad en que no puedes opinar y cuando te das
cuenta ya estás adentro, lleno de rejas, con reglas que ni
te preguntaron (...) Es todo un monopolio, un poder que
se nos impone y punto. Están todos convencidos de que
eso es lo correcto” (Joven 11).
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Sienten, además, que las opciones al respecto
son escasas o inexistentes, no viendo otra salida más
que adaptarse a este sistema que tanto los desagrada,
ya que las consecuencias de estar fuera de él son muy
negativas.
“Este sistema, esto que me adapto, pero no me
agrada. Lleno de rejas y puntas con vidrios en las paredes
pa’ que no te escapes y si no te gusta te castigamos y si
insistes te echamos y si te echamos no te puedes integrar
a la sociedad y te adaptai o te adaptai, porque si no
cuando estés afuera te vas a morir de hambre y te vas a
morir no más y de ti depende morir o no” (Joven 11).
Esta imagen del liceo como recinto de reclusión
ha sido incorporada por los jóvenes, afectando el
cuerpo y su experiencia.
El cuerpo oprimido
Otra de las imágenes que los jóvenes construyen
de su espacio escolar se refiere a la vivencia
que tienen de su cuerpo. Dicen experimentar su cuerpo
más pesado, fatigado y desprovisto de energía, lo
que genera desánimo y ganas de hacer nada. Perciben
que se les está exigiendo adaptarse a una estructura
rígida e inflexible, que los aprisiona, y el paso por el
liceo se vive como la sensación de estar “metido en un
molde”, “enlatado”, “encajonado”. Los alumnos se sienten
tensos y rígidos, “como si te pusieran un yugo”, y
su cuerpo es vivido como oprimido.
“No sé, es una sensación rara, como de pesar
mucho. El cuerpo de uno es como que se pone lacio y a
la vez pesado. (…) Es como de no tener energía, como
de estar fofo, sin ganas, lento, pesado… Ay… no sé, como
de mucho cansancio y peso a la vez... (…) como esa
sensación que te conté antes de llegar y que te pusieran
en algo o dentro de algo, como si te pusieran un yugo,
como a los bueyes en el sur (…) Uno pasa cansado,
desanimado, no dan ganas de nada, tener ánimo significa
hacer un tremendo esfuerzo” (Joven 9).
Esta sensación corporal de sí mismos está
asociada exclusivamente al espacio escolar (disciplinar),
y sólo comienza a desaparecer una vez fuera del
establecimiento, donde la vivencia es diametralmente
opuesta. Los jóvenes se sienten libres, ligeros y llenos
de energía; contentos.
“Afuera uno se siente con más energía, más ágil,
alegre… no sé, adentro como que te pesan los brazos, las
piernas y a todos nos pasa, es colectivo en el liceo, yo soy
muy observadora y yo veo que todos andamos igual… son
cosas que uno no analiza mucho. En general, tú ves a todos
igual… [Bosteza]. (…) Yo pienso que por la presión que
es para los alumnos estudiar y estar encerrado estudiando,
vigilado, uniformado... yo creo que es un todo” (Joven 15).
El espacio escolar imaginado
Los jóvenes tienen una clara idea de cómo les
gustaría que fuera el espacio donde estudian y aprenden:
un liceo más grande, más amplio y con mayor número
de dependencias, donde los alumnos pudieran
elegir sus salas, además de poder diseñarlas de forma
más estimulante, física y estéticamente; un lugar que
propicie el contacto social, donde profesor y alumno
puedan interactuar, y donde puedan conocerse con el
resto de sus compañeros. En este sentido, la imagen
que los jóvenes tienen del espacio tradicional de clase
es la de una rutina que los aburre, en donde el alumno
asume un rol pasivo, versus el rol activo del profesor.
Es así, que evalúan positivamente que puedan realizar
alguna actividad novedosa en la clase, que les permita
ocupar sus manos (y su cuerpo) y que les ayude a
pensar, no sólo copiar lo que el profesor dicta.
Dentro del marco de la actividad del alumno
dentro de su liceo, encontramos la necesidad de
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obtener un espacio de expresión juvenil, en donde
los estudiantes puedan dar a conocer sus opiniones
y cultura. Sienten que ese espacio no existe y que los
intentos por brindárselos que hacen las autoridades,
son sólo una pantalla, una maniobra para tranquilizarlos,
pero no para escucharlos realmente. Del mismo
modo, los jóvenes manifiestan que preferirían no tener
uniforme y que cada uno se vistiera como quisiera. Un
alumno es muy claro al enfatizar que prefiere vestirse
“sin uniforme, porque eso de que no todos tienen ropa pa’
ponerse es como decir que vales por fuera y no por lo que
eres (…) Con inspectores, pero no tan metidos, que nos
entiendan, que sepan como somos, que sabemos cosas,
que si soy hardcore, punk, nos respeten y sepan que no
somos malos de por sí…”.
Por otra parte, los jóvenes valoran positivamente
la posibilidad de desarrollar actividades en el
espacio del liceo, de sentirlo parte de ellos, así como el
interés de poder contribuir en su mejoramiento y embellecimiento.
Esto favorecería la motivación por el estudio,
el rendimiento, así como un ambiente agradable
para todos. Pero como no sucede así, no se observa
un interés por parte de algunos alumnos por mejorar
o cuidar las salas, ya que no se identifican con ellas y
no las sienten como un lugar propio.
Conclusiones
En el discurso de los y las jóvenes referente a
su espacio escolar –recogido a través de las entrevistas–,
hemos podido distinguir una interrelación entre
dos elementos: el espacio físico y el espacio social, los
que si bien son distintos, dependen uno del otro. Dentro
del espacio intermedio que surge entre ambos (el
espacio físico-social) aparecen contrapuestos otros
dos elementos centrales: lo disciplinar y la relación con
la naturaleza. Todos éstos atravesados por la experiencia
vivida por los jóvenes en el espacio del liceo.
Los relatos del alumnado nos hablan, así, del
espacio escolar como un espacio vivido, experimentado
como un lugar que los constriñe y limita, que los
oprime, el que generalmente es definido en oposición
al espacio natural y abierto, tan escaso en los liceos
municipales, y del que señalan sentir tanta falta.
Al ser representado el espacio escolar como
prisión, como cárcel, impide a los estudiantes identificarse
con él. De esta forma, el liceo no está favoreciendo
la construcción de personas sanas y autónomas,
sino por el contrario, más bien enfermas y autómatas,
producto de una sociedad alienada, que está constantemente
obligando a los jóvenes a adaptarse y someterse,
relegando al plano del desorden y la rebeldía –la desobediencia–,
toda expresión de su cultura. Los alumnos
deben vivir, entonces, su negación: ser jóvenes sin poder
serlo, ya que el sistema que los “educa” significa sus
prácticas juveniles como “malas”, disruptivas, siendo por
esto muchas veces reprimidos y castigados.
Como hemos visto, el espacio físico de los liceos
es un factor importante en el proceso educativo,
tanto por lo que restringe como por lo que posibilita,
siendo a su vez, para los jóvenes, el espacio de encuentro
e interacción social por excelencia. Por lo tanto, resulta
sumamente relevante la toma de conciencia que
puedan hacer los actores educativos de este aspecto; ya
que, como el espacio (y los valores sociales asociados)
es un elemento tanto más configurador cuanto más
implícito. En relación a esto vemos cómo las lecturas
del currículum oculto, así como del panoptismo, siguen
plenamente vigentes en las instituciones escolares.
Cabe entonces preguntarse por las implicancias
psicológicas que para la formación de la identidad
tiene la experiencia carcelaria que viven los alumnos.
En este sentido, y como una forma de favorecer el proceso
de lograr una identidad positiva, debemos poner
mucha atención en cómo los mismos jóvenes sugieren
que el sistema se modifique. Esto es, dándoles un rol
protagónico en la generación de una transformación,
devolviéndoles el rol de co-constructores de su espacio.
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